Su montura, una Peugeot, negra con letras amarillas, talla ínfima y con un maltrecho Shimano SIS de 6 coronas, se antojaba su bici todoterreno más fabulosa. Atrás quedaron
la Mottoreta-2 y
la California BH, con sus esponjas y protegepuños, llenas de pegatinas y con las ruedas más parecidas a un slick de carretera que a una bici cuyo uso era el de brincar por cualquier taperal. Mientras quitábamos los obstáculos que difuminaban ese trazado de ilusión, me cuestionaba mentalmente si mi Scott Boulder podría llevarme sano y salvo por aquella “Senda”. El término trialera no lo habíamos escuchado nunca; lo más parecido era eso del trial, coto de acróbatas envidiables con raras bicis con nombres como Monty y Haro. “Ya verás como mola bajar por aquí derrapando” ¿Suspensiones? Eso era para las motos de motocross, que veíamos desde lo lejos en el circuito a los pies del Barranc de Castelló. Nosotros llevábamos punteras en los pedales, que daban una seguridad máxima, y si a acaso, algún casco de tipo huevo, con enganches de hebilla, para que diera más ansia el ponerselo. “Esto ya está, sólo falta poner las estacas en la zona de bajada libre para ir guiándonos”, y al unísono tragábamos saliva, pues eso sí que no lo teníamos muy claro, lo de descender con control sobre tal pedregal. Pero qué cojones, en nuestras bicis lo ponía: Mountain Bike. Y eso era una
mountain pequeña. Cuando me quise dar cuenta eran ya las nueve de la noche, y Luis Antonio había ya colocado las estacas pintadas y atado por todas un cordel a modo de línea de guía (ni que fueramos a bajar a unas catacumbas…).
Al día siguiente, y conforme a lo quedado, a las seis de la tarde se presentó en la huerta con su Peugeot a pedales. Parecía hasta que había invertido algo de tiempo en pasarle un trapo con Cristasol por los tubos del negro y picado cuadro. “¿Vamos?” No perdí tiempo ni en contestarle. Me encaramé a los quince quilos de bici, y convencidos, pedaleamos hasta el principio de
La Senda. Nunca fue Nuestra Senda, porque la idea es que más gente pasara por ahí, y ciertamente así fue con el paso del tiempo (ahora creo que se ha perdido hace ya muchos años). Pero nosotros tuvimos la ocasión, eso sí, de pasar los primeros sobre ruedas. La primera vez fue un auténtico desastre, pudiendo casi afirmar que nos dedicamos de nuevo, pero empujando la bici, a prensar más la tierra suelta. Pero no desistimos. Y seguimos adelante, a pesar de que cada
5 metros poníamos el pie en el suelo, con una sonrisa agridulce y el olor de los tomillos pisados. “Ahora viene la bajada” En la mente, los videos de John Tomac, grabados en VHS de Eurosport. El tembleque de manillar, con unos ruidos en la dirección brutales, como si partieran almendra, me daba la referencia cuan cerca estaban los tacos delanteros de
la Panaracer de taco cuadrado de mi compañero. Pero esa sensación de bajar sin pedalear, flotando por encima de las piedras, y siguiendo las estacas pintadas fue un punto de inflexión en la concepción de la
bici de montaña. Era el año 90 y la gente que montaba hacían rutas de escaso alcance (menos en verano, que había grupos que mientras algunos poníamos sacos, hacían
La Vuelta a
la Serreta, y raspaban los confines de la comarca). Cambiaría casi todo en la tecnología: automáticos, más velocidades, menos peso, acoples, horquillas de suspensión, desaparecerían “los triángulos con cremallera” del cuadro, las gordas Grisley aparecerían trayendo el aluminio, se oía hablar del titanio… Pero algo no iba a cambiar, y no cambiará. Una de las tardes, cuando ya hacíamos
La Senda sin poner el pie y cada vez más rápido, ya sin mirar las estacas, en el último escalón que daba la entrada al camino,
la Scott dijo que no ese día estaba peleada con la gravedad, y que me dejaba el placer de bajar el escalón a mí primero. La caída fue bastante aparatosa, recuerdo dar con la cara contra el suelo, las manos, y el costado. Y apareció el otro punto de inflexión, contrario al primero, anulando todo el efecto mágico del primero. Desde ese día empezó el aprendizaje verdadero, pues no deja de ser un sube-baja de todo: de confianza, de técnica, de ilusión, de forma física, de miedo a la bici… Épocas en las que te apetece con menos ganas salir a pedalear, receloso, otras en las que te mueres de ganas, pero las obligaciones te lo impiden, otra que forzosamente no puedes ni siquiera sentarte en el sillín y agarrar los puños para notar la sensación de la bici… Todo es cíclico. Es la única reflexión a la que llego, desde este mi actual punto de inflexión abajo, en técnica, en forma, en confianza… sinceramente creo que no arriesgué nada como para tener las actuales consecuencias logradas. Ocurre, al menos en mi caso, que me es más fácil no ser continuamente consciente del sistema de aprendizaje: cuando
te escapas de una ostia por poco, lo lógico y natural es intentar borrar el tema rápidamente, para que no te bloquee la mente. Pero os propongo que se reflexione sobre ello de forma profunda, pero rápida y sistemática. Todo vale para aprendrer y subir, aunque sea en otro nivel, bien psicológico, bien en la manera de ver el deporte como afición. No somos profesionales de esto, pero sí debemos ver el aspecto que nos haga crecer en algo. Quizá en este momento, y con la luz de mi particular túnel todavía lejos, sigo caminando lentamente cogido a ese hilo que marca la dirección del túnel, pues sé que la gente con la que comparto esta afición, que no es una opción para mí, me da soporte para entrar otra vez Mi Senda Particular. Aunque de vez en cuando os pida y os agradeceré que me
arregleis un poco la piedras delante de esa peligrosa raíz.
Opa Riba Penya el Rot !!!!!!!!!